A unos niños acercaron a presencia de Jesús, y le dijeron: "¡Maestro! impónles las manos tú".
Los doce les reprendieron, pero Jesús exclamó: "Dejadlos venir a mí, suyo es el Reino de Dios".
Si no os hacéis como niños no entráis en casa de Dios, porque Dios sólo recibe la inocencia y el amor.
Con ternura y voz de niño, a Dios podéis predicar. La voz la da la inocencia; sin ternura Dios no está.